Brutalidad en películas, series, noticias en titulares escandalosos que versan sobre feminicidios, desapariciones, enfrentamientos, guerras y movimientos mundiales y locales, ese es nuestro andar desde que amanece hasta que el día termina.
Hoy lo vemos, lo escuchamos y lo sentimos en un familiar, un conocido, un amigo cercano; dejó el secuestro de ser desde hace un delito sobre la clase alta sobre aquellos que tenían millones para pagar un rescate, dejaron de ser los boletines de desaparecidos solo unos cuantos, dejaron incluso las escenas de las películas de acción o de terror ser las más brutales, porque esas escenas ya se replican en las muestras de poder que se dan entre carteles, entre grupos antagónicos o como mensajes político incluso, pero no solo así sino en las muchas formas en las que hoy cuando se encuentra un cuerpo y este habla a través de sus lesiones, heridas y daños físicos, lo que nos dice lo brutal que pudo ser su último momento.
Entonces deberíamos entender que las escuelas no son ni otro planeta ni otro lugar al que la realidad social no toque, las escuelas son microsociedades en las que se replican movimientos, pensamientos, ideologías, así como acciones que forman parte del común de los hogares, del común del contexto; no hay lugar para un mundo o realidad diferente a la que se vive afuera de los espacios escolares. Porque nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes viven, sienten y sufren el día a día como el espacio, sí este es el lamentable tiempo y espacio en el que les tocó crecer.
No puede solo indignarnos la muerte de una señorita y lo grabado y compartido en redes y no porque no sea grave este hecho, calor que lo es, lo es porque es una muerte, lo es porque no existe empatía, lo es porque la brutalidad es comercial es morbosa, lo es porque nos dice lo que nos muestra la factura de la violencia vicaría.
Sin embargo, esto lleva mucho tiempo pasando y son eventos en serie y quizá sin precedentes en la brutalidad y en los lugares, nunca tomados en serio. Tenemos a niños que llevan armas a la escuela, niños abusando de niños, niñas agrediendo niños o viceversa; no hay un género, no hay una edad, lo que hay es una réplica de esta sociedad, y al parecer no queremos hacer nada desde la escuela.
Una condena pública y un señalamiento hacia estos jóvenes y señoritas, hacía esos niños y la crucifixión del acto no nos exime de la culpa. Dónde estuvimos antes de que algún chico por acoso escolar decidiera quitarse la vida, justo ahora que vemos cuanto han aumentado los suicidios en niños y jóvenes, dónde estábamos cuando a esos que hoy son los acosadores se les lastimaba o se les privaba justo de ese ejemplo que le dejara ver lo que debe y lo que no, y no solo de palabra; dónde estábamos como sociedad enseñándoles que hay otros espacios y otras formas posibles.
Esto no tiene que ver con nivel social, con poder adquisitivo porque lo vimos ya en la prepa del Tec de Monterrey, lo vimos ya en primarias públicas y privadas. Tenemos a niños jugando al secuestro, abusando de otros niños o niñas por jugar “a”. ¿En verdad nos escandaliza un evento así?, ¿cuánto y por cuánto tiempo?; pero entonces cuál es la respuesta de la Secretaría de Educación y cuál es la respuesta de cada escuela, de cada asociación de padres, de los medios de comunicación y como lo comparten, qué seguimiento hacen, o porque pasó en otra escuela no pasará en nuestro espacio ni en nuestras escuelas, ni cerca de nosotros.
Podemos condenar el acto, la persona, la escuela, los maestros y directivos, podemos condenar y rasgarnos las vestiduras y escandalizarnos en las redes como opinologos que es a lo que parece que al tener una red social nos da el permiso de hacer. Pero simplemente si esta serie de eventos no se toma con la seriedad requerida en acciones claras y concretas, si no se reduce esto a una campaña de buenas voluntades, sino se intervienen las escuelas y se recurre a especialistas para capacitar a docente, a padres, a sociedades completas, entonces los únicos condenados seremos nosotros como sociedad.
Porque estamos viendo una de las muestras de lo que somos en los hogares, en las escuelas, en los trabajos, en la mesa del comedor, ahí donde nos encontramos como familia, sí ese lugar seguro que debería ser la familia y no hablo de un estereotipo de familia, sino de ese lugar que debería dejarnos tocar base, saber que tenemos un lugar.
Vaya entonces nuestra acción que sea lo subsecuente a la condena pública y que todo mundo sepa que nos indignamos, después de eso viene la pregunta de qué estamos haciendo sin soltar la misma en un par de días que se nos pase el furor. Pregúntate y acciona para hacer ese lugar seguro, nuestros niños, nuestras jóvenes lo necesitan, todos lo necesitamos; pero esta es una labor compartida no únicamente del gobierno, ni únicamente de nosotros, ni de la escuela, ni solo de la familia, así que contesta ¿Tú cómo le entras a formar este lugar seguro?