Desde que las redes sociales se convirtieron en una extensión de nuestra vida, cada que una mujer famosa decide mostrarse “al natural”, eso se vuelve viral, porque desafiar las expectativas sociales sobre la belleza e imagen corporal femenina, todavía es inaudito para la opinión pública.
Vivimos en una sociedad que idolatra la delgadez en los cuerpos de las mujeres y al mismo tiempo las hipersexualiza, exigiéndoles tener atributos físicos determinados y cumplir con normas estéticas como depilarse, maquillarse, peinarse y vestirse bien; por eso cuando una celebridad decide dejarse ver en fachas, sin filtros, maquillaje o ediciones, resulta impactante y, por tanto, noticioso.
Recientemente, la talentosa actriz Rachel McAdams posó para una revista con las axilas sin depilar y solicitó que las fotografías no fueran retocadas. Sus palabras body positive se replicaron en casi todos los medios como algo para aplaudirse, – y aunque pienso que es un mensaje que suma a la transformación del pensamiento colectivo con respecto a los estándares de belleza- no deja de resultarme un tanto molesto que se tenga que hablar de eso.
Piensa en esto: ¿cuándo ha sido noticia que un hombre se depile o no se depile? No que yo recuerde. Sin embargo, los titulares sobre Rachel McAdams fueron «Rachel McAdams no le teme a sus axilas peludas» o «Rachel McAdams muestra con orgullo su figura post parto». ¿Por qué deberíamos tener que celebrar o criticar a una mujer por sus decisiones personales sobre su cuerpo?
Algo similar le pasó a nuestra reina bichota, Karol G, quien se volvió viral tras evidenciar un exceso de Photoshop en las fotos que se tomó para la revista GQ. Ella dijo: «Mi cara no se ve así, mi cuerpo no se ve así y yo me siento muy feliz y cómoda con cómo me veo natural», luego compartió fotos reales del día de la sesión para demostrar que no necesita todos esos cambios para sentirse bella y valiosa.
Por décadas estas revistas de moda, la televisión y la publicidad en general, han construido una imagen estereotipada de la mujer perfecta, un ideal estético que simplemente no existe, porque por más delgada, caucásica, alta y con rasgos finos que sea una mujer, todas somos humanas propensas a que nos crezca vello, a que nos salgan arrugas, canas, a subir de peso, a que nos salgan granos y manchas en la piel… a todo eso que también le pasa al cuerpo de los hombres.
La práctica de retocar en exceso los cuerpos y rostros de las personas (en especial el de las mujeres), es un tipo de violencia interiorizada que afecta nuestra autoestima y nos conduce a tener pensamientos y comportamientos insanos y autodestructivos.
Esta reflexión no solo aplica para todas las famosas que están continuamente expuestas a la violencia estética de los medios; cualquier mujer que tenga un celular, tiene en la mano una herramienta que perpetúa los ridículos y limitados estándares de belleza contra los que luchamos.
En muchos casos, los filtros de belleza disponibles en los teléfonos celulares están diseñados para enfatizar rasgos que se consideran atractivos en las mujeres, como labios más grandes, ojos más grandes, narices más pequeñas, piel más lisa y clara, una mandíbula más definida, menos papada, menos cachete… Filtros en lo que la mayoría hemos caído.
Modificar nuestra apariencia con estos filtros es, en mi opinión, la forma en la que se manifiesta esta violencia normalizada en nuestras mentes. Tal vez sentimos que no es gran cosa hacer que nuestra carita se vea un poquito menos redonda, pero es una forma de auto violentar nuestra autoestima y responde a esta construcción misógina de cómo que debe ser una mujer.
Hay que entender y aceptar que las personas tenemos diferentes formas, tamaños y características; todas igual de bellas y valiosas. Debemos aprender a valorar la diversidad y a celebrar la belleza en todas sus formas, en lugar de imponer un ideal inalcanzable y potencialmente dañino.
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Con crema y con pasas
Por Adriana Colchado @Tamalito_rosa