Los titulares dicen que en esta marcha del 1° de mayo sucedida recientemente se recupera el espíritu de estos movimientos en torno al día internacional del trabajo, la presencia de más de 20 mil trabajadores de diferentes organizaciones levantaron consignas para la disminución del ISR, la jornada laboral de 40 horas, los sueldos, la violencia delincuencial, fueron estas entre otras cosas que se distinguieron en las mantas, las lonas y los gritos que solicitan justicia en alguno de los sentidos y a reserva de las interpretaciones de las palabras pues en solicitudes como el desabasto de medicamento hablamos de derechos, no de consignas de justicia.
Trabajadores que se movilizaron en el respeto por la pluralidad sin actos violentos y en donde por supuesto se presentan mapas y humores políticos porque es un momento para no desaprovechar la promoción que el día puede dar, tanta gente aglomerada en un espacio con diferentes dirigencias y de tantos gremios es un público nada despreciable y recordemos que “siempre estamos en campaña” y “siempre estamos vendiendo algo”, pero bueno en este escenario se dan encuentros, celebraciones, presentaciones e incluso fotos interesantes que conviene a varios analizar pero no a la de la pluma. Pues para esta ocasión y cerrando el mes de la celebración en torno a los niños y niñas y ahora sucediendo recientemente la conmemoración del día del trabajo quiero reflexionar sobre algo que no es tema de niños y que lamentablemente tampoco es material político, pero si de realidad social.
Hablando de trabajo debemos de tener claro que al trabajo infantil es una realidad en la que México es el segundo lugar en América Latina con mayor nivel de trabajo infantil después de Brasil con 3.3 millones de niños y niñas en edades de 5 a 17 años de acuerdo a datos de la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2019 que son los datos que se tiene y se presentaron por el INEGI durante el pasado 12 de junio día que se ha establecido a nivel mundial para visibilizar y concientizar sobre la magnitud de este fenómeno y sus consecuencias y en el mejor de los casos la erradicación del mismo.
El trabajo infantil puede tener como consecuencias afectaciones a su desarrollo emocional y físico puede traer enfermedades, dolencias crónicas, desnutrición, daños neuronales, implicaciones sociales obviamente e incluso la visión que el niño tiene del mundo de acuerdo a las actividades que el desarrolla pues de estos 3.3 millones que están involucrados en una forma de trabajo 2 millones aproximadamente realiza actividades no permitidas de acuerdo a su edad, por ser trabajos peligrosos o incluso prohibidos.
Conviene no olvidar en esta reflexión que si bien Oaxaca nuestro vecino del sur es el primer lugar con 21.5% en trabajo infantil de su población total de esta edad contabilizada Puebla y Chiapas con 18.3% son el segundo lugar incluso por debajo de la Cd. de México, ¡caray! ¿qué estamos haciendo? Y no mal sino pésimo, cuál es entonces ese lugar seguro en el que los niños viven la etapa de la infancia si les hemos quitado los espacios al aire libre, los horarios para jugar en la calle, el tiempo, el derecho al juego, les hemos quitado a varios la posibilidad de tener los alimentos, ropa y acceso a la salud e incluso si me apuras tantito el derecho a la identidad que es un derecho como varios de los nombrados dado constitucionalmente por el hecho de ser humano.
Por eso mucho antes de juzgarlos por su inmersión en las redes, por su forma de convivir en la escuela, su forma de relacionarse o incluso de sus refugios en sustancias prohibidas como la droga en donde lo prohibido claramente está en el documento porque se la estamos poniendo cada vez más a la mano y en todos los lugares. Antes de esos momentos en el que nos rasgamos las vestiduras y señalamos a niños “rateros”, vagos y mal vivientes debemos preguntarnos en dónde estamos o estábamos mientras esos niños ejercen trabajos en ocasiones forzados o bien respondernos si no hemos normalizado el ver a estos niños que están trabajando, a estos niños que están realizando labores agrícolas, mineras, comerciales, de vigilancia, domésticas no acorde a su edad, porque te aseguro que tú como yo los hemos visto, nos hemos topado con ellos y entender entonces que para ellos el panorama de la infancia es muy diferente al que tú y yo tuvimos o tenemos en nuestras casas con nuestra familia.
No es cuento que de estos niños que realizan ocupaciones no permitidas el 71% son hombres y el 28.8% son mujeres y no es cuento que sus historias de vida no están en esas consignas y ellos lamentablemente no pueden organizarse y manifestarse o marchar, que ha sido necesario señalar un día para visibilizar este fenómeno que es un cáncer que atenta conta nuestras infancias y recordemos que lo que hoy vemos como una realidad social fueron infancias y lo más importante es que no es parte de un cuento que los niños, niñas y adolescentes todos son nuestros.
No es cuento que los niños de los que se tiene datos refieren que lo hacen para apoyar a la economía familiar, por la necesidad de un ingreso, algunos para poder ayudar con los gastos de sus estudios, que trabajan porque no estudian o para el pago de deudas, deudas que en ocasiones ni de ellos son pero el trabajo, esfuerzo y la exposición si es de ellos.
Entre estos números tampoco es un cuento que México es uno de los primeros lugares en explotación sexual infantil y que esto está siendo un trabajo que no les remunera a ellos precisamente porque son materia de explotación en estos escenarios escabrosos pero que existe porque la demanda existe y que el 74% de las víctimas de explotación son menores de 14 años, menores de 14 años, ¿qué estábamos haciendo en esa edad nosotros?
Sirvan estas líneas de reflexión de la semana en torno “al trabajo infantil” como esas consignas, como esos gritos, como esas lonas que no tiene un día de marcha pero que todos los días se viven, que si estos temas no son electoreros pero si son sociales porque ahí entramos todos, que son temas que no se arreglan con una gorra, una despensa o una beca, que su abordaje no sean cuentos y si lo son que sirvan para hacer realidad lo que la frase dice «Los cuentos son para dormir a los niños y despertar a los adultos» que leer el tema duela, cimbre o invite a hacer algo por nuestras infancias, que nos despierte y que nuestro despertar permita dormir a los niños como es su derecho.