El “moustro de Tecámac”, como fue apodado Sergio “N” el hombre cruel que arrojó a un perrito a un cazo con aceite hirviendo, podría pasar de seis meses a tres años en prisión.
Este horrible hecho sucedió en Tecámac. Este sujeto iba saliendo de una carnicería después de amenazar e intimidar al dueño con un arma de fuego, cuando se topó con este inocente lomito que fue conocido en redes como “Benito”. Ahí, sin ninguna razón más que la de ser una porquería de persona, cargó al can y lo aventó hacia una muerte brutal, sumamente desalmada y dolorosa. Luego, se fue como si nada, como si pasar junto a un ser vivo sufriendo, chillando de dolor y agonizando fuera tan común como cruzar la calle.
La barbarie de Sergio “N” (“N” de NO digan donde vive porque lo van a linchar), enfureció a toda la nación, al mismo tiempo que dibujó la realidad en la que vivimos: un país donde la falta de compasión, empatía y respeto a la vida nos tiene sumergidos en una violencia nunca vista, donde hay días en los que son tantos y tantas las desaparecidas, descuartizadas, violadas, y asesinadas, que ya ni son noticia.
No existe una comparación justa entre el asesinato violento de una persona, que el de un animal, sin embrago estoy segura de que están estrechamente conectados. Los actos de crueldad hacia los animales no son un hecho aislado, son un indicio de lo que es capaz una persona malvada.
Permitir, participar, justificar o minimizar atrocidades cometidas hacia los animales, contribuye a una peligrosa desensibilización que puede extenderse a la violencia contra los seres humanos. Entonces este caso nos confronta con un futuro oscuro, donde los actos de crueldad se cometen por deporte.
Gracias a la indignación y viralidad de la historia, nuestras autoridades dieron rápido con el rufián asesino y de inmediato lo pusieron bajo custodia (en ese momento y para satisfacción de muchos, un hermano reportero alcanzó a darle un zape).
Sin embargo, fue una noticia agridulce para muchas personas, pues en redes me topé con varios comentarios sobre lo rápido que un perro recibe justicia, a comparación que una mujer violentada o asesinada. Y aunque entiendo de donde proviene esa resolución, me parece que no hay que contraponer los temas.
Sí, la sociedad se indignó por este caso viral porque hay video y el relato en sí es espeluznante. Sin embargo, la violencia hacia los animales sucede todos los días de múltiples y peores formas y nadie hace nada al respecto.
La indolencia hacia el sufrimiento de otros seres vivos, perros, gatos o personas erosiona nuestra propia humanidad. Si decidimos ignorar un dolor que pudo evitarse con un gramo de empatía, aunque la víctima se trate de un perro, promovemos un mundo donde la violencia no es un problema que combatir, sino una realidad “que ojalá no me toque a mí”.
La realidad es que este caso en particular tuvo pronta acción de las autoridades gracias la presión social, -lo que opino es algo positivo- pero no hay que perder de vista que el tipo aún no ha sido condenado.
Más allá del debate que se abre cuando se habla de la “humanización” de las mascotas, me parece que el hecho de que la sociedad exija justicia y pena máxima para castigar el maltrato animal, es algo que suma a recuperar esa conexión con nuestros semejantes y a utilizar nuestra voz para luchar y defender la vida y la dignidad de personas que no conocemos y en general, de todos los seres sintientes.
Benito o Scooby (como luego dijeron que se llamaba) fue una víctima peluda de la podredumbre humana, de la que tristemente todos los humanos también somos presas. Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Con crema y con pasas
Por Adriana Colchado @Tamalito_rosa