La población en México ha cambiado mucho en los últimos 20 años. Ya no existe ese país amable que creía en las buenas intensiones del prójimo. Atrás quedó la vida comunitaria y las buenas costumbres que imperaban como norma y no como excepción. El país vive en crisis permanente; crisis de seguridad pública, crisis de precios, crisis de salarios que no alcanzan, crisis de familias disfuncionales o rotas, crisis de expectativas para los jóvenes, crisis de valores, crisis de confianza, crisis de liderazgos, crisis en el uso del lenguaje, crisis de puntos de referencia a partir del cual definir la sexualidad, el género, la familia y tantas otras instituciones que conforman la identidad de las personas.
Cuando yo era niño la única crisis de la que se hablaba era económica, nada menor pero nada más. Quizá a partir de esa crisis se derivaron buena parte de las que hoy aquejan al país.
En este México en crisis sistémica es que los políticos deben hacer campaña para persuadir a un electorado que tiene la duda por norma y la mentira por práctica común y normalizada. Los ánimos están crispados, las palabras significan cualquier cosa, las redes sociales distorsionan la convivencia y el contacto con la realidad, además de multiplicar las fuentes de información casi al infinito.
La violencia verbal entra en sintonía con el estado emocional de las personas y por eso se “viraliza” un mensaje que polariza, que ataca, que rompe las reglas de la concordia y las buenas costumbres.
Son tiempos de emociones a flor de piel que modifican la percepción y con ella las preferencias electorales. Parecería que existe una correlación entre crispación de ánimos e intención de voto a favor de MORENA. Ello significa que a mayor violencia verbal y polarización, quien se beneficia es el partido oficial.
Sin embargo, el escenario social tiene por cualidad distintiva la inestabilidad. Recuerdo que a principios del 2021 desde la más alta tribuna matutina del gobierno federal se lanzó una campaña en contra de los partidos tradicionales. Esa campaña no cesó hasta que la Ley electoral obligó al presidente a guardar silencio. Una vez acallada la voz altisonante el escenario se movió lenta pero constantemente a favor de la oposición. El resultado final de las elecciones de diputados federales arrojó 1.9 millones más de votos para los partidos opositores, incluido Movimiento Ciudadano, que los obtenidos por Morena, el Partido Verde y el Partido del Trabajo.
La movilización oficialista del pasado 18 de marzo en la plancha del Zócalo de la Ciudad de México nos muestra otra faceta de ese electorado de humores inestables. Nunca había presidido López Obrador un acto en una plaza tan dividida; al frente la clase dirigente, atrás el pueblo acorralado para evitar que se saliera a la mitad del largo y soporífero discurso. Una masa de un par de centenas de miles de personas sin el entusiasmo de otros tiempos, unida más por el interés que por la convicción.
¿Se puede ganar una elección con movilización de ciudadanos interesados? Sí se puede pero sale más barata una elección en la que los votantes tienen un propósito que los motiva a acudir a las urnas.
Faltando 2 días para las elecciones de presidente de los Estados Unidos entre Donald Trump y Hilary Clinton, estuve en un evento organizado por la campaña de Trump en una zona rural del estado de Virginia, hacía mucho frío, era domingo por la noche y había más de 10 mil personas en una fila interminable para entrar a un granero donde se presentaría el candidato. Hice una transmisión por Facebook Live desde ese sitio y anticipé que el ganador de las elecciones sería Trump a pesar de lo que decían las encuestas, ya que el entusiasmo de esos votantes era muestra clara de que el candidato opositor tenía la energía social de su lado. Y así ocurrió.
A manera de hipótesis hago el siguiente planteamiento ¿Será que el discurso oficial ya no entusiasma igual a toda la base obradorista? ¿Será que el humor social tan cambiante, tan inestable, ya se cansó de narrativas carentes de resultados tangibles? ¿Será que el plan B del oficialismo en 2024 es arrebatar el poder aunque pierda las elecciones?
Las encuestas, al igual que en marzo del 2021, dicen que Morena gana en cualquier escenario. Insisto, la foto de hoy no tiene que ser realidad en junio del 2024. El nuestro es un país en crisis y esa condición lo hace sumamente inestable, cambiante y de humores extraños.
José Zenteno. Director de MAS DATA. Investigador de percepciones y preferencias públicas.
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