No es menor que la violencia contra las mujeres sea un tema cada vez más obligado para los gobiernos, pues en México tan sólo de enero a junio de 2020 se registraron 1.844 feminicidios. Esto quiere decir que en nuestro país se asesinan 10 mujeres diariamente, ya ni hablemos de los acosos y tipos de violencias que sufrimos en todos los espacios ya sea laboral, escolar, político o familiar.
Al ser una problemática tan grande, la solución necesita del involucramiento de todos los actores; cambiar el sistema requiere finalmente del sistema. En un escenario amplio podemos decir que la consigna “tirar al patriarcado” significa derribar las ideas de sumisión, violencia y acoso contra las mujeres en todos lados. Esto será posible en la medida que los actores del sistema vayan adecuando sus estrategias para aumentar la paz entre los géneros.
Ahora bien, además de los movimientos feministas y todos los actores, es necesario de un rector que permita modelar políticas públicas que logren acabar con todo tipo de violencias contra las mujeres. Ese rector debería ser en estricto sentido de organización; el estado. Parece que hasta este punto lo tenemos claro, necesitamos políticas públicas integrales que abonen a la causa y sean organizadas por el estado. Derivado del proceso anterior debemos tomar en cuenta que entonces la causa será política, como todas las causas sociales.
Lo que de repente no teníamos tan claro es que, así como el estado debería de implementar acciones, los representantes de los poderes del estado son finalmente figuras que además de buscar soluciones a los problemas públicos también buscan los botines electorales, y aquí debo decir que no hay un juicio de valor, sólo es el contexto en el que nos encontramos.
Este año tenemos un panorama de elecciones intermedias en donde se juega la composición del Poder Legislativo y con ello 13 gubernaturas además de algunas diputaciones locales y ayuntamientos. Poner este contexto breve sobre la mesa nos da pistas de que las causas feministas son políticas y además susceptibles a volverse un motín electoral para estas y las próximas elecciones. Lo cual no es tan malo puesto que permite negociar estrategias que beneficien a las mujeres y nuestra lucha. El tema es que las figuras públicas siguen viendo a los movimientos como únicamente un motín electoral y tan sólo simulando “soluciones.” Se tiene que entender que la lucha de las mujeres es más que eso y mientras los representantes de gobierno y partidos se empiezan a dar cuenta de ello, debemos analizar cómo se utiliza al movimiento feministas en las próximas campañas para no caer en negociaciones ficticias. Nos toca ser creativas para virar los procesos políticos a relaciones de poder solidarias, respetuosas llevando la causa como fin y no como medio.