Colombia es un país que cada día enfrenta una agenda informativa cargada de temas políticos. Las promesas del gobierno del cambio se están desmoronando lentamente, a medida que las contradicciones y el incumplimiento de acuerdos previos a la elección se hacen evidentes, según sus contradictores. Esta semana, el país vivió un paro camionero que dejó un saldo de pérdidas incalculables: niños sin acceso a la educación debido a problemas de movilidad en las avenidas principales, alimentos básicos que se desperdiciaron al no llegar a su destino, un incremento en los precios de frutas y verduras por la falta temporal de suministros. Las personas tenían que pasar la noche en los terminales de transporte porque los bloqueos en las vías impedían su regreso a casa, muchos trabajadores tenían que caminar durante horas para llegar a sus lugares de trabajo para poder cumplir con sus obligaciones sin importar la hora o distancia.
Después de varios meses de intentos de negociación, según lo menciona el diario el Espectador, el Gobierno decidió la semana pasada elevar el precio del diésel en $1.904. Además, anunció que se implementarán dos incrementos adicionales para aumentar el precio total del combustible en $6.000, con el objetivo de alinear los costos nacionales con los precios internacionales. Esta medida provocó una reacción inmediata por parte de los transportadores, quienes iniciaron un paro en respuesta a la decisión gubernamental.
Este panorama se convertirá en un recuerdo más que se guardará en un rincón de la memoria colectiva, ya que, como suele suceder, mañana la noticia será otra y este episodio será solo una nota más en la historia del país. Lo que queda como precedente es una Colombia que ha aprendido a sobrevivir a través de gritos y protestas. Ni los gobiernos de derecha ni los de izquierda han logrado establecer acuerdos claves que no perjudiquen la economía y el bienestar de los ciudadanos. Nos han enseñado a adaptarnos a encontrar soluciones a pesar de las adversidades, mientras las injusticias persisten y los mandatarios solo debaten en discusiones públicas desde sus redes sociales, dejando a la población en el medio con los costos de transporte o la educación de sus hijos. A pesar de todo, la esperanza persiste, porque una característica que define a este país es la capacidad para enfrentar y superar sus propios problemas con gran determinación y creatividad.
A menudo, no entendemos cómo suceden tantos contratiempos e injusticias, pero lo que está claro es que esto es como una cadena de naipes: aquellos que se atreven a bloquear al país, pueden afectar y tumbar todo a su alrededor. Al gobierno un poco más de empatía con los ciudadanos quienes son los verdaderos afectados.
Karen Vera Ángel
Comunicadora social y periodista
Especialista en Comunicación Educativa
Colombia