Dentro de los cambios, derogaciones y adiciones que se hicieron al artículo 3° constitucional, a los que somos profes nos resuenan o deberían causarnos ruido los compromisos que adquirimos respecto a lo que ahí se nombra, porque somos agentes directos de este derecho en el que se debe garantizar la “excelencia” en la educación que se imparte en los centros y a la que tienen acceso los alumnos como un derecho y no está de más decir que ni siquiera la UNESCO en los acuerdos internacionales usaron el calificativo de “excelencia” sino de calidad, pero ya entrados en gastos y como nuestra constitución así lo nombra es fuerte el compromiso que se adquiere por ello en esto reflexionamos.
Tampoco perdiendo de vista los altos compromisos que en el mismo artículo adquiere el gobierno como el de dotar a las instituciones educativas de lo necesario para el acceso y la permanencia de los estudiantes desde la educación inicial hasta la educación superior, comenzando y priorizando las instituciones más alejadas sobre las otras, se atendería entonces infraestructura y materiales, incluidos los” libros de texto” mismos que serán protagonistas de otra de nuestras historias que ojalá fuera de amor, pero a cómo van las cosas se vislumbra de terror.
Sin embargo en esta ocasión la cenicienta es el término “inclusión” mismo que nos ocupa sin duda alguna, e intentamos desde la mejor de las intenciones poder hacer realidad y ponerle la zapatilla; pero sobre todo preocupa, porque parece que en estos cambios al artículo 3° constitucional y el modelo para este sexenio nombrado “Nueva Escuela Mexicana” mismo que al momento continua en construcción dicho sea de paso y que son la base del discurso de las autoridades en la materia, así como la Ley general de Educación también actualizada en 2019, no se tenía el presupuesto ni económico, ni de proyección, ni un diagnóstico certero y me atrevo decir que ni siquiera desde un concepto real de lo que significa la inclusión, aunque suena muy bien y más cuando es un término usado en debates internacionales.
Preocupa porque el modelo en construcción y los cambios marcados dicen a donde y quizá tienen una leve idea del kilometraje a recorrer, pero aún no hay un cómo. Y es que además la inclusión no es un tema de buena voluntad, un tema administrativo a cumplir en documentos, no es un tema de números y estadísticas que se llenan a principio de año dentro de las matrículas de las escuelas en esos documentos en los que preocupa tanto no tener ningún error y ya habrá quien me entienda respecto a estos momentos sobre todo en educación básica.
La inclusión ni buena voluntad, ni permiso, ni integración, ni abrir espacios, ni adaptarles algo para que puedan estar en el centro educativo, en el aula y tampoco la adecuación en la estrategia de enseñanza. La integración en los centros no ha sido privilegiada, ni en instituciones particulares y mucho menos en las públicas y este es apenas un paso para llegar de la exclusión a la inclusión y en ocasiones la llamada integración es mal entendida y se hacen procesos de segregación solo que dentro de un centro, basados en lo que el estudiante no puede hacer.
La inclusión es una de las finalidades ya discutidas por primera vez en la década de los 90´s en los debates internacionales por la UNESCO y ratificada en espacios como Dakar 2000, la declaración de Incheon, Educación para todos, la agenda 2030, por tanto, estamos conscientes de la importancia de la misma no como un anexo sino como la base de modelos educativos que se enriquezcan de las diferencias, que transformen los centros como cambios profundos desde las políticas educativas, la profesionalización del magisterio, la formación en inclusión de los nuevos docentes.
La inclusión no como parte del derecho a la educación sino como necesidad base de cualquier modelo, debemos partir de ahí que no solo los centros, sino el sistema educativo del país puede y debe brindar educación en donde las diversas capacidades de los estudiantes para aprender sean el motivo y la guía de la infraestructura del centro, de los materiales, de las capacitaciones de los docentes, porque las oportunidades de se den en las aulas porque eso podría ser directamente proporcional a las oportunidades que las sociedad brinde a los estudiantes que egresan de nuestro sistema educativo, por ello necesitamos saber más de cómo hacer realidad el sueño de esta nuestra cenicienta “la inclusión educativa”.
Alma Lorena
Maestra con formación inicial normalista. Cuenta con maestría en Ciencias de la educación y estudios de Doctorado en dirección e innovación de instituciones. Docente normalista en la línea de práctica docente, curiosa por el funcionamiento del cerebro de manera específica la neurociencia cognitiva y afectiva, consultora educativa en temas de profesionalización docente, liderazgo y organización de equipos. Directora y productora del espacio “Aprendiz”.