El pasado 1 de julio el presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó la “inauguración” de otra de sus obras insignia de la actual administración, la Refinería Olmeca de Dos Bocas ubicada en tierras tabasqueñas de donde es originario.
Fecha seleccionada con un fin, ya que en su línea discursiva, es día de fiesta y júbilo nacional al celebrar (lo que nadie hace más que él y sus discípulos) que hace cuatro años alzó su triunfo electoral y la victoria del pueblo expulsando a los gobiernos corruptos e iniciando la verdadera transformación del país.
Suena muy bonito en el discurso, sin embargo, en la realidad no se ha visto de esa manera y esta refinería es un ejemplo más de las contradicciones de este gobierno. Al principio la magna obra iba a costar un aproximado de 8,000 millones de dólares y entraría en operación en tan solo 3 años.
Hasta ahora ha costado 14,000 millones de dólares, mucho más de lo que se había prometido a razón de las “obras no previstas” y su operación se limitó a una etapa de pruebas, es decir, su operación real sería, si bien le va, hasta el próximo año cuando realmente empiece a refinar barriles de crudo y alcance su máxima producción.
Lo que se busca es dejar de depender de la gasolina importada, es decir, producir, refinar, utilizar y vender nuestro propio hidrocarburo, ya que México es uno de los principales productores y exportadores de crudo, sin embargo, también es uno de los principales importadores de gasolina al no tener capacidad de refinación.
Claro que se quiere una autosuficiencia energética, sin embargo, el presidente sigue apostándole a una empresa que a estas alturas ya es obsoleta porque el petróleo ya no es rentable, lo que se necesita es una visión que impulse las energías modernas y renovables, que de verdad tengan futuro y dejen un legado saludable a futuras generaciones. Lamentablemente eso no va a ocurrir, al menos, no a corto plazo.
Por si fuera poco, el evento fue aprovechado por dos de sus corcholatas para hacer campaña rumbo al 2024 dejando a un lado sus obligaciones como funcionarios para ir a aplaudirle al jefe, eso sí, su día sin goce de sueldo.
Es alarmante como el país está bañado en sangre, con las cifras de asesinatos por los aires, la inseguridad en cifras récord, el desempleo y la pobreza creciendo sin límite mientras que la clase política que gobierna se toma fotos y estrecha manos presumiendo “logros”.
Esta administración tiene tres mandamientos dictados por su mesías: no mentir, no robar y no traicionar al pueblo, entonces ¿por qué faltar a la verdad con obras que no están funcionando y solo evidencian el fracaso del mandatario? ¿Por qué satisfacer simples caprichos que están costando millones? ¿Por qué jugar con la “esperanza” que se le vendió a la gente?
Enlistemos; tenemos ya en este sexenio transformador un aeropuerto militar que, se dijo, sería una obra de primer mundo y aligeraría el tráfico y la carga aérea de la ciudad, en donde hasta hoy si acaso, registra veinte vuelos por día. Una refinería en la que no entra una gota de petróleo ni sale una gota de gasolina, y, falta un tren cuya construcción está devastando zonas y hábitats naturales cuando se prometió que no iban a talar ni un árbol durante la misma.
Dos complejos faraónicos de tres que se tienen contemplados, que han salido más caros de lo previsto y que no sirven para lo que se hicieron.
Será interesante ver la justificación del último cuando no tenga pasajeros, no registre viajes o aumenten las protestas de los ambientalistas. Aunque seguramente, la respuesta se achacará al neoliberalismo y a los gobiernos anteriores.
Víctor Manuel Cruz Martínez es Politólogo, analista político, con experiencia en la rama electoral y la administración pública.
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