La mayoría de ciudadanos tenemos un juicio de valor sobre como gobierna una autoridad, ese juico es personal y se construye a partir de lo que codifica la experiencia, los valores y la razón de cada individuo. Ese proceso que examina el ejercicio de una autoridad emite un veredicto que incide en la conducta individual y colectiva. Recordemos un caso paradigmático para ejemplificar lo que afirmo.
En los tiempos del Presidente Peña Nieto se presentaron escándalos de corrupción que daban indicios de conductas abusivas por parte del grupo en el poder. La casa blanca, la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y la casa de Malinalco recibieron gran cobertura en los medios y se convirtieron en elementos constitutivos de una experiencia negativa para el público. La narrativa de la oposición de ese tiempo contaba el cuento de una clase política decadente y rapaz que era necesario sacar del poder para moralizar la vida pública. Impuestos o no, reales o ficticios, los valores imperantes de la sociedad mexicana de ese tiempo rechazaban la corrupción y los abusos. La razón colectiva estableció un vínculo causal entre la corrupción de la clase gobernante y las carencias materiales y espirituales que aquejaban a la mayoría de mexicanos. Lo demás es historia, ganó la oposición moralizadora. Ese fue el costo político que pagaron por abusar del poder público gracias a un relato poderoso. Ese episodio ocurrió entre 2014 y 2018 pero la resaca persiste.
Mucha gente se pregunta por qué no pasa lo mismo con el actual grupo en el poder, si han surgido escándalos de corrupción y abuso en el círculo cercano del líder Andrés Manuel López Obrador. Sus hijos, hermanos, además de otros parientes cercanos y lejanos, han resultado beneficiados con contratos y prebendas fuera de la ley y que, también, han sido escándalos en los medios.
Además de los escándalos está la realidad que muestra un país más deteriorado que en 2018. México es más violento e inseguro, la economía de las familias se ha precarizado, los pobres se han multiplicado, los gobiernos de MORENA gobiernan igual o peor que los anteriores, las libertades individuales están bajo ataque constante, los periodistas caen muertos o son acribillados en el púlpito mañanero del gobierno, las instituciones que le dan equilibrio al ejercicio del poder están bajo ataque constante o han sido desmanteladas, se premia a líderes autoritarios y se cuestiona a quienes defienden el orden constitucional, la división de poderes, la ciencia y la prensa libre. Abusan del presupuesto público al grado del derroche en obras tan inútiles como costosas.
La gente sufre por la inflación pero creen que el culpable es un sistema económico depredador e injusto, heredado del anterior régimen, que le impide a AMLO ayudar a la gente necesitada. Muchos de esos mexicanos se asumen incapaces de prosperar en una economía de mercado.
La gente sufre por la delincuencia organizada que tiene controladas regiones del país, donde hay homicidios, secuestros, extorsión, robos y asaltos, tráfico de personas y de drogas. Creen que la culpa es de los acuerdos que hicieron otros presidentes con los grupos de delincuentes y que esos acuerdos no se pueden romper porque, según ellos, se rompen equilibrios. Justifican incluso que el presidente Andrés Manuel visite a la mamá del Chapo, “porque así garantiza que no se metan con él”.
La gente se preocupa porque la educación es cada vez peor y padece un sistema de salud que se cae a pedazos. Sufre por la pérdida de programas como las estancias infantiles, el Seguro Popular, las escuelas de tiempo completo o PROSPERA que ayudaban de verdad a las familias. Creen que el culpable no es AMLO sino sus colaboradores incapaces o corruptos.
Nada de lo anterior ha podido alterar la percepción colectiva y ni le ha transferido un costo político al gobierno moralizador. Los números de la aprobación presidencial son tan buenos como los de otros presidentes de tiempos recientes, nada que presumir salvo por un detalle; se mantienen en ese rango a pesar del mal gobierno, de los escándalos y las mentiras, de las promesas incumplidas y de la adversidad de la vida cotidiana.
El presidente López Obrador no es el culpable de nada a los ojos de una mayoría de mexicanos. Goza de impunidad. La percepción social lo exculpa, quizá porque no lo ven un presidente ordinario, es más, no lo ven presidente sino uno de ellos, tan ignorante y bien intencionado como Pepe “El Toro”, pobre pero honrado.
¿Qué logra que prevalezca esa percepción? Que los valores de López Obrador coinciden con los del pueblo que lo apoya. Usted puede definir cuáles son esos valores apreciable lector, lectora. Están arraigados en la profundidad de la cultura popular.
El nuevo régimen construyó un lenguaje mediante el cual millones de mexicanos codifican y comprenden la realidad. El relato es muy simple pero efectivo: todos los males son herencia del pasado, los de antes son tan poderosos y corruptos que el héroe Andrés Manuel solo puede luchar contra ellos pero no los puede vencer, ellos se mantienen vigentes como una fuerza invisible (así lo dicen).
El lenguaje tecnocrático que pretende explicar la realidad mediante cifras y razones es incapaz de competir contra el poder persuasivo del maniqueísmo obradorista; simple, lógico y comprensible para millones. La oposición necesita crear un nuevo lenguaje para comunicarse con la mayoría de votantes y a partir de esa narración pueda aspirar a recuperar el poder.
La narración debe conectar con los valores de esa mayoría, crear experiencias significativas que motiven la necesidad de un cambio de gobierno y haga significativa la culpabilidad del régimen actual de los males que aquejan al país. En este momento ese cuento es la defensa del INE, de la democracia y del voto. El problema es que muchos no lo entienden ni perciben un riesgo con la embestida del gobierno en contra de esas instituciones y de las libertades políticas.
El fin de semana del 18 y 19 de febrero de 2023 levantamos una encuesta en el municipio de Puebla. Les comparto algunas gráficas que confirman lo que les acabo de describir. Sirva este texto para explicar las razones detrás de los datos.
José Zenteno. Director de MAS DATA. Investigador de percepciones y preferencias públicas.
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