Desde que el live action del clásico de Disney “La Sirenita” fue anunciado con Halle Bailey como protagonista, la muchedumbre digital comenzó una incómoda conversación donde se intentó -sin éxito- disfrazar el racismo con argumentos vanos como “respetar la versión original” y acusaciones de “inclusión forzada”.
Se desataron los haters de las redes y atacaron cruelmente a una joven actriz por no tener la tez blanca leche ni el cabello rojo tomate, como para algunos “deben” ser las sirenas – porque por alguna extraña razón, para la gente es de suma importancia que estos seres mitológicos, cumplan con los estándares de belleza que por siglos han oprimido a las mujeres.
¿Por qué les parece tan importante que una criatura mitad humano, mitad pez, sea caucásica? Es decir, nadie (o al menos nadie al que se considere bien de sus facultades mentales) ha visto a una sirena real, una de carne, hueso y escamas, entonces ¿por qué casarnos con una idea de cómo deben verse?.
Si existieran, bien podrían ser calvas, grises y sin nariz -como un Voldemort del agua- pero esta resistencia a su representación diversa es una manifestación de la influencia de la cultura misógina y racista que dicta los estereotipos que están tan arraigados en nuestra sociedad.
Pero bueno, luego del alboroto que suscitó la elección del elenco, la película se grabó y finalmente llegó a los cines. Para ello, la protagonista Halle Bailey realizó las clásicas giras promocionales razón por la que llegó a un lugar de tinieblas en México llamado “Venga la Alegría”, donde uno de los presentadores, Patricio Borghetti, la hizo pasar por un momento sumamente embarazoso cuando al intentar hacer un cumplido, fue racista.
En lugar de hacerle preguntas -lo que es lo habitual en una entrevista- el conductor decidió hacer un comentario sobre su físico. Con una música emotiva de fondo, le dijo que vio la película y que estaba tan perdido en sus bellos ojos, que no se fijó en su tono de piel. (inserte un silencio incómodo aquí).
Para los distraídos, este comentario es algo “lindo” que dijo para empatizar y mostrar apoyo luego de toda la atención racista que recibió por aceptar un soñado rol de princesa; sin embargo, el simple hecho de mencionar el color de piel puede sugerir que la raza es un factor que debe considerarse en la valoración de una persona, lo cual es incorrecto y discriminatorio, pues la raza no define el carácter, la inteligencia, el talento o la capacidad de una persona al desempeñarse en cualquier contexto.
El racismo no se limita a los insultos o los comentarios abiertamente negativos. Incluso cuando no se le atribuye ningún calificativo -ni bueno ni malo- a una persona, mencionar su color de piel, es reforzar la idea de que la raza es un factor relevante y así perpetuar la visión de que existe una jerarquía racial.
Lo peor del caso es que el Pato no entiende que no entiende y simplemente se niega a aceptar el error, ofrecer disculpas y lo más importante: aprender.
Para empezar, no debió hablar de su físico, ni para bien ni para mal, debió centrarse en el trabajo que realizó en la película. Sin embargo, a nadie se le niega un cumplido… cuando en realidad es un cumplido y no un insulto con sonrisa.
Y aunque él se defiende y dice que fueron “palabras de amor”, y sabemos que tal vez sus intenciones eran positivas, por la ignorancia de la que no quiere salir, su comentario resultó insensible y ofensivo porque de verdad no era necesario o relevante mencionar el tono de piel de Halle Bailey para hablar de sus ojazos, ni mucho menos para elogiar su trabajo en la película.
Él y toda la gente de la televisión, que en ocasiones hacen el rol de líderes de opinión, deben transformar sus discursos y entender que los elogios basados en atributos físicos trivializan y reducen la valía de una persona a su apariencia, en lugar de reconocer sus talentos y logros. Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Con crema y con pasas
Por Adriana Colchado @Tamalito_rosa