El reciente revuelo generado por la decisión de la tienda Costo de limitar la cantidad de pasteles que un cliente puede adquirir ha sacado chispas en la esfera digital, desatando una ola de memes y comentarios, y alimentando la creatividad de los internautas. Sin embargo, detrás de este aparentemente trivial acontecimiento, hay matices elitistas y una evidente falta de visión comercial que merecen un análisis más profundo.
Si analizamos el corazón de esta decisión, encontramos que fue motivada por quejas de clientes que no encontraban sus postres favoritos debido a que los revendedores los acaparaban. Pero, ¿no debería ser una señal para la empresa de que la demanda supera la oferta? La respuesta obvia y sencilla sería incrementar la producción, satisfaciendo tanto a los clientes regulares como a las emprendedoras.
El acto de reventa es un fenómeno, que a simple vista puede parecer trivial, revela un cúmulo de historias de empeño, creatividad y adaptación. Si bien no contamos con un estudio detallado que desglose la demografía exacta de quienes están detrás de esta reventa, no es difícil imaginar a mujeres, que han encontrado en esta actividad una vía para sostener a sus familias.
Para muchas de ellas, las llamadas “Nenis” – de las que el cibernauta misógino goza burlarse- este negocio no es un simple complemento, sino el principal, si no es que el único, ingreso para sus hogares. Es el dinero que paga la renta, las cuentas y, lo más crucial, alimenta a sus hijos. Además, ellas no sólo están generando ingresos para sus hogares, sino que también están contribuyendo a la economía local.
Las famosas “Nenis” encontraron una salida económica en medio de una pandemia que dejó a muchas sin empleo; o a quienes se sobreponen ante el abandono de un rufián, un hombre irresponsable que las ha dejado con la carga económica de los hijos. Ellas, ahora se ven forzadas a adaptarse nuevamente, a encontrar maneras de sortear estas restricciones para continuar con sus pequeños negocios.
Es sorprendente, y ciertamente irónico, que una tienda que se enorgullece de su modelo de negocio basado en el mayoreo ponga límites a la cantidad que un cliente puede comprar. Esto no sólo contradice su modelo, sino que también aliena a una base de clientes que ha demostrado ser lucrativa y leal.
Además de ser elitista, esta decisión es miope. En lugar de enfrentar problemas más graves dentro de la tienda, como la violencia entre clientes o las disputas en los estacionamientos, han decidido hacer de los pasteles su colina a morir.
Pero bueno, si no queremos encasillar el asunto desde la perspectiva de género, hablemos de la visión comercial. La reventa, manejada adecuadamente, puede ser una fuente lucrativa de ingresos. En el caso reciente de los pasteles de Costco, algunos emprendedores lograban ganancias que oscilaban entre los 5,000 y 7,000 pesos semanales, demostrando que, aunque la ganancia por unidad vendida pueda parecer modesta, el volumen de ventas puede generar beneficios significativos.
En este nuevo capítulo de la «Guerra de los Pasteles», se ha demostrado que las decisiones empresariales no sólo afectan las cifras de ventas, sino que también tienen un impacto real en las vidas de las personas. Las y los emprendedores lejos de ser desalentadas, encontrarán maneras de adaptarse y superar estos obstáculos. Pero ¿a qué costo? ¿Y a expensas de quién? Porque hasta ahora lo que ha provocado esta decisión es caos y arrebatos.
Esta medida también habla de una falta de conexión con la realidad socioeconómica de muchos de sus consumidores. La decisión, lejos de apoyar el espíritu emprendedor, parece castigarlo. En vez de limitar la venta, podrían haber buscado soluciones alternas, como incrementar la producción o establecer programas de apoyo a pequeños emprendedores.
Mientras las emprendedoras se reinventan y buscan maneras de sobrevivir al “pastelegate”, uno se pregunta: ¿realmente valía la pena, Costco? En lugar de ponerte en plan Grinch, podrías haber impulsado la producción o incluso patrocinado a estas emprendedoras. Un pastel, al final, es sólo un pastel, pero el sazón y carácter de nuestras Nenis, eso no tiene precio.
*En esta columna se emplea el término “Neni”, con respeto y admiración*
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Con crema y con pasas
Por Adriana Colchado @Tamalito_rosa