Ha pasado ya más de una semana de la esperada jornada electoral en el Estado de México y las lecciones aprendidas son varias; en primer lugar, se reafirma lo que ya se sabe, las instituciones electorales en México funcionan y funcionan bien.
La coordinación entre el INE y el IEEM permitió a la ciudadanía ejercer su voto con libertad y garantizando su valor; de esta forma, se instalaron el 99.99% de las casillas en territorio mexiquense con incidentes menores.
También, el funcionamiento del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) reflejó su profesionalismo; pues bien, los mexiquenses tuvieron la certeza de saber que candidata los gobernaría los próximos 6 años la misma noche de la elección con datos precisos y exactos.
Además, los consejos distritales llevaron a cabo el cómputo correspondiente el miércoles posterior a la jornada electoral como lo mandata la ley; por lo que, la victoria de la abanderada Morenista se confirmó con un margen de error casi nulo anunciado por los resultados preliminares.
Dado lo anterior es necesario reflexionar sobre si se quiere cambiar las reglas del juego que permiten al árbitro tener herramientas para organizar comicios sin sesgos políticos; en efecto, podemos notar que la victoria o la derrota la otorgan sin filias ni fobias partidistas.
Tan es así que, el Estado de México está por experimentar la primera transición en su historia de gobierno; de modo que, Delfina Gómez Álvarez es ya la primera mujer que gobernará la entidad emblema del Priismo, pasando a la historia como aquella que logró arrebatarle esa hegemonía.
Haciendo un balance frío de este proceso que está por concluir convergen varios aspectos que favorecieron a la candidatura común; por ejemplo, la popularidad del presidente de la república, el aparato del Estado que operó a favor de la maestra Delfina y la evidente crisis que atraviesan los partidos de oposición.
Alejandra del Moral era una buena candidata, entregó su persona en la campaña y tenía buenas propuestas para impulsar el desarrollo mexiquense. Demostró firmeza hasta el final y se expresó de manera respetuosa en todo momento; sin embargo, cargaba un lastre muy pesado, el partido que encabezaba la coalición. Sumado a eso, la indiferencia, apatía y abandono del aún gobernador Alfredo del Mazo.
Este último prefirió hacerse a un lado y dejar a su candidata a merced del oficialismo; también, optó por la ausencia y el silencio para seguramente negociar u obtener impunidad y protección una vez concluido su periodo. Pasando de igual forma a la historia, como el último gobernador priista mexiquense que entregó el estandarte tricolor a cambio de sus intereses particulares.
Otro factor a considerar es la nula participación ciudadana al momento de votar; es decir, de los 12 millones potenciales electores con los que cuenta el Estado de México sufragaron poco más de 5 millones, de los cuáles Morena y sus aliados obtuvieron una cifra algo mayor a 3 millones de votos dejando el resto a la coalición PAN-PRI-PRD.
Esto quiere decir que el Estado de México será gobernado por la candidata que ganó la elección respaldada por la cuarta parte del total de su lista nominal; evidentemente, una gobernadora solo con el apoyo popular de su cúpula y operadores que se hicieron presentes en este proceso.
No obstante, este resultado no se le atribuye totalmente a la gente que no fue a votar; más bien, es resultado del mal manejo de la oposición en sus opciones políticas. Es un hecho que no están ofreciendo candidaturas que llamen la atención al electorado ni su mezcla ha sido atractiva a la población.
En lugar de, mostrar arrogancia y soberbia queriendo vender como triunfo algo que a simple vista fue un fracaso; necesitan hacer un ejercicio de autorreflexión y autocritica si quieren ser competitivos en los próximos comicios. También tienen que respetar, escuchar y voltear a ver a su militancia, sus cuadros y estructuras principales pues son ellos quienes forjan el camino hacia la victoria.
Por último, es una realidad que la coalición atraviesa una crisis colectiva al haber perdido la entidad mexiquense; pues, representa gran peso electoral para la carrera presidencial de 2024, cuyo proceso, políticamente hablando, ha detonado en el partido en el gobierno exactamente al día siguiente de los resultados en el Estado de México.
Todo apunta a que en 2024 la contienda será de un partido dominante en el gobierno, fuerte y con presupuesto suficiente para financiar campañas frente a una oposición desdibujada, sin rumbo ni frescura; un escenario en donde la hoy aspirante favorita aparecerá en la boleta presidencial con el estandarte de dar continuidad a la transformación. El tiempo definirá.
Víctor Manuel Cruz Martínez.
Analista, politólogo, experiencia en materia político-electoral, administración pública, evaluación y desempeño presupuestario.