“Un muerto es una tragedia, un millón de muertos es una estadística”. Frase demoledora y fría; que a ciencia cierta no se sabe si fue pronunciada por Stalin, sin embargo, si se le atribuye al asumirla con naturalidad al buscar concretar una ideología que costara la vida de miles de personas.
Afortunadamente, en nuestro país no hablamos de millones de muertos (aún) y hay un contexto histórico diferente al Stalinismo en la rusa soviética, sin embargo, las cifras de privaciones de la vida a lo largo y ancho del territorio mexicano van en aumento.
De esta manera, el pasado 22 de septiembre el periodista Jorge Ramos encaró al presidente de la república en su episodio mañanero, mostrándole cifras reales en donde señaló que su gobierno es ya el más violento de la historia moderna de México, sobrepasando por mucho el número de personas asesinadas en lo que va de su gobierno, en comparación con sus dos antecesores.
Un señalamiento con cifras propias de la administración actual, que se traduce en el fracaso de los “abrazos no balazos” dictados por la soberbia de un hombre con falta de objetivos precisos para un elemento esencial que debe dotar el Estado a sus gobernados: la seguridad.
“No coincido contigo, no estoy de acuerdo y considero que no tienes razón”; fue la brillante respuesta del Ejecutivo Federal al periodista cuando mencionó que su estrategia ha fallado, y cómo van los números, al entregar la presidencia la cifra ascenderá a más de 190 mil muertos.
Claro, como es costumbre el presidente difiere con toda persona que le dice la realidad con datos duros, cuando no le aplauden y escucha lo que quiere escuchar, descalifica a los medios y echa culpas a gobiernos anteriores en lugar de asumir la responsabilidad.
Es notable su molestia, al ser una persona temperamental explota contra quienes en sus palabras son sus “adversarios” y quieren que al país le vaya mal para que a él le vaya mal; cuánto egocentrismo hay en su ser para pensar que queremos más muertos en las calles solo por boicotear su llamada transformación; cuánta indolencia permea su mentalidad al pensar que las muertes registradas representan un ataque personal y solo son cifras en papel y dispositivos.
Esas vidas perdidas representan un dolor en los hogares y familias, un sustento económico, una persona con sueños y metas truncadas por la incompetencia en los ejes de seguridad pública, todas y cada una de ellas reflejan la incapacidad gubernamental para contener la ola de violencia y delincuencia que nos aqueja a diario en las calles.
En lugar de victimizarse y culpar a los demás (como siempre), el presidente debería replantear su estrategia, tomar en consideración a esas voces críticas y objetivas que en su cara le muestran la situación del país; escuchar con atención el llamado de expertos en el tema y poder limpiar lo que le queda aún a esta ensangrentada administración.
Desafortunadamente no lo va a hacer, López Obrador ha configurado sistemáticamente una forma presidencial autoritaria e intolerante, arropada por la terquedad, la necedad y el egoísmo. Para él no existe palabra u opinión más que la suya; mientras no reconozca su fracaso los números seguirán en aumento y todo su pueblo seguirá padeciendo las consecuencias.
Víctor Manuel Cruz Martínez.
Politólogo, analista político, experiencia en la rama electoral y la administración pública.