A menos de un mes de concluir las elecciones 2021, es menester ofrecer este breve pero significativo ¡y necesario! manual, del mal candidato… porque sí, a estas alturas, con la información pertinente, todo al alcance de un clic, colegas consultores y un sinfín de medios para elaborar campañas de altura, a veces, somos testigos de cómo un ejercicio tan poderoso como el salir a votar y elegir a nuestros representantes, se ha convertido en un show mediático y burdo del poder por el poder.
Por ello, lo que debe de hacer un mal candidato en estas elecciones es:
1.- Creer que invertir en comunicación, es invertir en gorras o espectaculares.
En no pocas ocasiones se subestima la importancia de una comunicación transversal que sea congruente con el estudio FODA del candidato y del contexto. Que acompañe al desarrollo de toda la campaña. La comunicación asertiva y bien articulada implica desde luego, el discurso del candidato, los posteos en redes sociales, las pancartas, el diseño de volantes, y absolutamente todo lo utilitario. Pero también lo que se dice y lo que no se dice, ¡y el cómo se dice!, cuándo se dice, por qué se dice o por qué no se dice… ¿quién lo dice? La comunicación estratégica es el cimiento de toda buena campaña. Porque aunque sea escenario común, ¡todo comunica! Y muchas veces más, lo que se calla…
2.- No seguir la estrategia.
Para construir una estrategia, el consultor analiza, estudia, crea escenarios. Y con base a ello, se determina la estrategia a implementar, la ruta de campaña… el qué hacer y el cuándo. El quién lo hará y el por qué. Porque todo lleva un orden y un objetivo a alcanzar, pero el mal candidato se basa en corazonadas y en suposiciones… tanto si es nuevo en la política como si es un viejo lobo de mar, la confianza de más, puede estropear hasta la mejor estrategia meticulosamente planeada.
3.- Rodearse de aduladores.
Les encontrará hasta debajo de las piedras. Están en todas partes. Algunos por amor, otros por conveniencia, pero nunca faltarán. ¿Necesarios? Sí, para mantener el ánimo del candidato. ¿Escucharlos siempre? No, porque aíslan al candidato en una burbuja, que lo separa que las verdaderas necesidades de la gente a la que pretende representar.
4.- Poner al compadre, a dirigir la campaña.
Una guerra no puede tener más de dos generales, y menos si uno de ellos es el compadre que está aportando dinero para la campaña. El general lo es, porque su trayectoria y conocimientos así lo avalan… pero en ocasiones, el compadre, o el amigo, o quien esté financiando la campaña, se siente con la libertad de decidir sobre las tácticas a implementar. Sin análisis, sin encuestas, sin focus group. Porque escuchó comentarios o porque se le ocurrió algo nuevo. Y es ahí donde sucede un parteaguas en la consultoría. Entre más pequeño sea el cuarto de guerra, entre menos personas tengan el poder de decidir, mejores serán los resultados.
5.- No invertir en asesores.
Nadie nunca puede saberlo todo, por ello, un buen candidato se asesora y escucha a quienes cuentan con mayor expertis en diferentes áreas, como comunicación, políticas públicas, cuestiones legales etc., con la finalidad de poder estar a la altura de las circunstancias. El mal candidato supone que su experiencia le es suficiente para afrontar los retos que demanda una de las elecciones más grandes en la historia reciente de nuestro país, y además, en pandemia. El mal candidato se sustenta en creencias que poco tienen que ver con la realidad.
Y así, mil puntos más; pero hoy lo fundamental es saber escuchar el pulso de la ciudadanía. Proponer en vez de criticar, reconocer en vez de escudarse, y sobre todo, saber que el poder es temporal, y lo verdaderamente importante, es hacer que a México le vaya bien. O al menos eso, es lo que debería motivar a un buen candidato.
Víctor Galicia Montiel
Asesor en Comunicación Política