La tensión entre el gobierno y el INE aumenta debido a la urgencia por aprobar la propuesta de reforma electoral del oficialismo; por esta razón, los ataques y descalificaciones hacia dicho instituto muestran el evidente enojo del presidente hacia sus defensores.
A través de redes sociales comenzó a gestarse una convocatoria a marchar el 13 de noviembre a favor del instituto y en contra de una eventual reforma; en consecuencia, la respuesta por parte de académicos, intelectuales, organizaciones de la sociedad civil, líderes de oposición y ciudadanos en general ha sido determinante para su realización.
Por esta razón desde el púlpito presidencial las descalificaciones hacia esta no se hicieron esperar. “Racistas, clasistas e hipócritas” fueron los adjetivos que López Obrador pronunció hacia las personas que pretenden manifestarse el próximo domingo; así mismo, despotricó señalando que no son demócratas y “no le tienen amor al pueblo”.
En primer lugar, el concepto de “pueblo” es subjetivo porque el presidente es un populista que se vale de esa palabra para dividir a la sociedad, la mentira y el engaño son constantes en su discurso; de igual manera, con su retórica polarizante le conviene minar el desarrollo de la manifestación y justificar la “modificación” al instituto.
Su reacción evidencia cómo menosprecia el derecho a manifestarse en contra de sus ideales por considerarlos sus adversarios; además de reflejar su repudio a todos aquellos y aquellas que representen un contrapeso a su gobierno que busca defender la autonomía electoral.
En segundo lugar, lo he señalado varias veces, el INE y los procesos electorales son perfectibles, sus áreas de oportunidad son muchas y pueden aprovecharse para mejorar; de tal modo, una reforma electoral es bienvenida siempre y cuando abone al desarrollo democrático.
Es por eso que se llama a la manifestación, el INE no es Córdova ni Murayama, el INE no es una persona, es toda la sociedad, es reflejo de la pluralidad, es una edificación colectiva que genera alternancia y competencia en el poder; en suma, es el garante de nuestra democracia.
La historia nos ha enseñado que las democracias son mortales; por eso, esta marcha es para defender la nuestra, que hoy en día es acechada por la nociva tiranía.
Así es, esta marcha va más allá de una institución, es para honrar la lucha de aquellas generaciones que expresaron su inconformidad hacia la hegemonía; también, es para recordar a esas personas que alzaron la voz y acabaron con la dictadura perfecta.
No son racistas por no compartir los ideales del gobierno ni son clasistas por señalar errores de esta administración, mucho menos hipócritas por defender nuestra democracia que tanto trabajo ha costado construir. Son ciudadanos y ciudadanas valientes encarando al poder.
A los tiranos no se les apacigua, a los tirarnos se les enfrenta y esta manifestación es el claro ejemplo de querer frenar políticas regresivas; por derecho, es la expresión genuina de personas que defienden lo poco que le queda al país para conservar la democracia.
Sin duda esta movilización quedará en la memoria del presidente pues coincide con su fecha de cumpleaños; simbólicamente, representa el nacimiento de la defensa democrática en la era moderna, en contraste con el nacimiento de un individuo que pretende someterla.
Víctor Manuel Cruz Martínez.
Politólogo, analista político, experiencia en la rama electoral y la administración pública.
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