Por Martha Berra
El accidente de la línea 12 del metro dejó al descubierto al gobierno de Morena, pudimos apreciar al presidente López Obrador como realmente es, un hombre insensible, con delirios de persecución, incapaz de responsabilizarse, incapaz de entender la realidad. En los días posteriores al accidente, hemos visto la verdadera cara de lo que son los gobiernos de Morena, tratando desesperadamente de buscar culpables, cuando los culpables son ellos mismos.
Marcelo Ebrard, el flamante canciller, fue el constructor de la línea 12. Claudia Sheimbaum lleva más de dos años en el gobierno de la ciudad de México, mismos en los que no se ha dado el mantenimiento adecuado al metro, lo que ya había ocasionado incendios y otros accidentes. Vaya, hasta los mismos trabajadores del metro protestaron enérgicamente por la falta de recursos para el mantenimiento.
En esta ocasión, no se puede culpar a los gobiernos del pasado, pues el mismo grupo político lleva 25 años gobernando la ciudad. El pretexto de que “nos dejaron un cochinero”, esta vez no aplica. Esta sí es la crónica de una tragedia anunciada. Desde que se hace la obra, al vapor, con prisas, la licitación llena de irregularidades, todo con sospechas de corrupción. Se construye de muy mala forma, malhecha, la tienen que cerrar para tratar de repararla, la vuelven a abrir con fallas estructurales, Marcelo Ebrard tiene que auto exiliarse en Francia para huir de la justicia mexicana, López Obrador lo rescata, recordemos que es su carnal Marcelo. Los usuarios empiezan a denunciar las fallas, antes y después del sismo de 2017, empiezan a circular fotos de las cuarteaduras, de cómo se estaban deteriorando rápidamente las columnas, fotos que evidenciabas trabes en muy mal estado, hasta que, por fin, se vino abajo.
Alertas hubo muchas, de la propia ciudadanía. Era evidente que un accidente iba a ser inevitable. La autoridad simplemente ignoró las denuncias ciudadanas. Hasta se redujo el presupuesto para el mantenimiento del metro, y el presupuesto que sí existía, no se utilizó. Esto es una negligencia criminal, que costó, hasta ahora, la vida de veintiséis personas.
El presidente que siempre se dijo cercano a la gente, ni siquiera se movió, no tuvo la sensibilidad hacerse presente en el lugar de los hechos, quizá por medio a los reclamos, o quizá porque simplemente no le nace de corazón solidarizarse con las víctimas. Quizá por eso nunca recibió a Javier Sicilia, quizá por eso ordenó que en Tabasco se inundaran las zonas más pobres. Quizá estamos siendo gobernados por un hombre sin corazón que engañó a treinta millones de mexicanos haciéndoles creer que era un hombre sensible, cercano a la gente, sobre todo a los más pobres. Este accidente dejó en claro que al presidente le gusta ser o hacerse la víctima, pero es incapaz de solidarizarse con las verdaderas víctimas de las tragedias.
Una vez pasada la tragedia, lo primero que hacen las redes sociales de apoyo al presidente fue insinuar que había sido un sabotaje, una senadora de Morena diciendo que la gente mueve las ballenas. Un subsecretario insinuando que había explosivos en el lugar, teorías de conspiración que dejaron en evidencia que el gobierno no tiene a quién echarle la culpa. El presidente entra en un absoluto silencio hasta su mañanera, donde minimiza la tragedia, excusando su ausencia en el lugar de los hechos porque “no le gusta el show”, el lunes siguiente su mañanera se convierte en verdadero show con un concierto de Eugenia León.
El presidente no quiso hablar de las víctimas, ni con las víctimas. Pero sí habló largo y tendido de las tlayudas, fue a dar un paseo en lancha en el lugar donde se construye la refinería de Dos Bocas, habló del Tren Maya y de cualquier cosa, excepto de la tragedia y sus responsables.
El jueves seis de mayo, tres días después de la tragedia, el presidente López Obrador instruyó al Canciller Marcelo Ebrard a que presentara una “nota diplomática” a la embajada de Estados Unidos, en contra del gobierno de Joe Biden, al que acusó de “intervenir en asuntos de política interna” de México y apoyar a los opositores a su gobierno, con financiamiento desde Washington a empresarios y organizaciones no gubernamentales, como Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad.
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