La semana pasada y lo que llevamos de esta es el resultado de los abrazos, no balazos que promulgó el presidente Andrés Manuel López Obrador, en materia de seguridad.
Tenemos, un periodista asesinado, que es el cuarto en lo que llevamos del 2023 y que en total se suma a los 160 asesinatos a reporteros desde el año 2020, pero el jefe del ejecutivo federal lo cataloga como “hechos aislados”.
Por otra parte las denuncias de los pescadores del golfo de Santa Clara, en Sonora, donde dan santo y seña de cómo opera el cártel de Sinaloa, amenazandolos con el cobro de piso para dejar que continúen su negocio y que mientras eso no ocurra, entonces no los dejan ni pescar, ni vender.
Mientras que al sur tropical del país, Guerrero para ser más precisa, ha estado en el ojo del huracán, desde hace varios años, sin embargo, este sábado la violencia se desató en la capital, Chilpancingo, que dejó un saldo de cinco choferes muertos, tras el ataque a un taxista y que derivó en bloqueos carreteros este lunes, pero ojalá todo quedara en un bloqueo. La ciudadanía Guerrerense no sólo le quitó autoridad a la autoridad ¡valga la redundancia!, también dejó claro que en esa tierra ni la Guardia Nacional, ni el Ejército y mucho menos su gobernadora, tienen noción de cómo manejar la seguridad.
Es sabido que los gobernantes en turno tienen que “pactar” con las bandas criminales, lo es también que de no hacerlo se desatan las masacres como las que estamos viviendo ¿quién tiene la culpa? La banda criminal porque ya sabemos que son lo que son o el gobierno que no gobierna…
Lo que nos queda claro es que actualmente la violencia ya no respeta la ubicación geográfica de los estados, de norte a sur, nuestro país está siendo rebasado por aquello que antes pensábamos lejano y que lamentablemente ya nos alcanzó.