Se cumplen ya dos años de aquella jornada electoral celebrada el primero de julio de 2018 en donde más de 85 millones de mexicanos salieron a votar por más de tres mil cargos de elección popular; sin embargo, el cargo que más relevancia tenía, era el de la persona que ocuparía la presidencia de la República.
El triunfo del entonces candidato, Andrés Manuel López Obrador, fue indiscutible, un resultado claramente holgado lo hizo convertirse, después de dos intentos, en el titular del Ejecutivo federal cuya persona portaría la banda presidencial para el periodo 2018-2024.
El ahora presidente, bajo la promesa de erradicar la corrupción, asegurar un crecimiento económico de 4% en términos anuales, acabar con la inseguridad y ser el ejemplo de austeridad al terminar con los lujos del gobierno que tanto le cuestan al pueblo, parece ser rebasado por la realidad.
Y es que en términos económicos, México se perfila a enfrentar una de las peores crisis que haya registrado en los últimos años, en el aspecto de la corrupción, funcionarios de su gobierno, así como figuras afines a sus ideales, no se han librado de notas y escándalos que tengan que ver con enriquecimiento injustificado dejando de lado la anhelada austeridad de la que dijo ser portador.
La inseguridad ha incrementado mucho más que en sexenios pasados en varios puntos del país, por la disputa territorial entre miembros del crimen organizado. Y a todo esto hay que añadir que en términos de salud, ante el contexto internacional que se atraviesa a consecuencia de la pandemia que provocó la enfermedad del COVID-19, México sigue sin ceder espacio a la disminución de contagios y muertes. Con pronósticos erróneos por parte del equipo de salubridad, en el país no se ve rumbo ni camino para afirmar que se habrá superado dicho malestar.
Dos años son los que ya marcaron un cuarto del sexenio de AMLO, y el panorama no se ve nada alentador con miras a los cuatro años restantes. Las cifras, los números, los resultados hablan por sí mismos, las promesas de campaña que se presentaron como una panacea no han sido del todo lo que pregonaba el entonces candidato a la presidencia.
A lo anterior, además, hay que sumarle el proceso electoral 2020-2021 que está ya a unos meses de comenzar de manera legal, disputa que será la más grande en su historia tanto por el número de electores que integran la lista nominal, como por la cantidad de cargos a elegir en casi todos los estados de la nación.
Dicha elección marcará un punto medular para el resto de la administración actual, ya que determinará si el partido en el gobierno mantiene la amplia mayoría con la que cuenta o disminuye, dándole margen de maniobra y accionar a la oposición.
Podría ser un voto de castigo o un voto por la continuidad, eso no se sabe aún, ya que los ciudadanos son quienes decidirán mediante el sufragio que desean para el futuro del país; no obstante, es necesario mencionar que si los votos no le favorecen a la llamada “cuarta transformación” ¿aceptará los resultados o alegará un intento de fraude?
Ese cuestionamiento no se abordará en estas líneas, sin embargo, es un presagio al que la forma de actuar del presidente nos tiene (mal) acostumbrados. Se han hecho cosas buenas, de eso no hay duda, no obstante, aún queda mucho camino por recorrer.
Víctor Manuel Cruz Martínez
Politólogo, funcionario electoral